Podría entrar en esa noche que nunca descansa.
Regalar mis ojos y respirar otro aliento
-como si el mío estuviera muerto-.
Ver otro cuerpo ante mi propio espejo,
desollar la poca salvedad que me queda,
rendirme a la terneza
y amar.
Pero sólo
soy
lo que me queda.
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