El tiempo detenido sobre los párpados
juega a iluminar la estancia
ajena a la perplejidad de la mirada.
Dos míseras gotas de lluvia
quedan acostadas en un lecho febril;
temiendo demasiado la esperanza.
La imagen hostil
queda aprisionada en la cabeza;
despierto mermada.
Soy dos pasos inseguros y una certeza:
amanecer
siempre
sin entender el alba.
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