A la lunática vida que escondo
le dedico mi memoria.
Me hace falta ese asomo de luz
que me lleve de la mano al corazón del poema,
pero todavía no se ha puesto el sol
y el llanto inaudible arremete
contra cualquier muestra de tristeza.
El lugar sagrado guarda en su interior
el eco mudo de un verso castrado.
La azotea brillante es un paraíso mutilado:
tirada en el suelo una muñeca de trapo
y un recuerdo agotado de intentar llorar.
Me dejo vencer
mientras protejo contra el pecho
las manos amarillas bajo el viento.
Así no volverán a querer.
La crueldad de la sentencia
se arroja irremediablemente contra el mármol
quebrando el silencio:
dentro de mí
los restos de ese tiempo se van desmoronando
y el sueño deviene Mayo enfermo de Abril.
Encuentro algo sutilmente triste en este poema, que retrata un desesperante estado de abandono.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Muchas gracias por tu lectura y comentario! :) Abrazo!
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