Se han quemado las alas,
la fruta se ha roto antes de llegar a los labios,
la madurez ha devenido podredumbre.
Infiernos tan clásicos de los sábados soleados
en los que el viento arrastra penas de un balcón a otro.
Y en el medio,
una sonrisa rota
como un espejismo muerto
recurrente.
Comentarios
Publicar un comentario