Deja que le pregunte al amor


Meter la cabeza en una pecera
y esperar que las burbujas de aire
traigan el oxígeno que a veces parece que falta;
esas burbujas que tanto les gusta jugar
a fingir que vienen,
que cada vez están más cerca,
pero entre risas demuestran que no siempre quieren llegar.

Acaso oyes todavía la canción? 
En ese rincón
la música es envolvente,
no altera los sentidos, los relaja,
como una especie de planta dormidera
que nos acoge sin mediar palabra
dejándonos los ojos cerrados
en un laberinto cuya salida
es justamente la puerta por la que entramos.

Sabemos que esa salida no está a nuestro alcance
salvo que derribemos los muros que vamos construyendo
a medida que caminamos por senderos
todos iguales, todos envueltos en sí mismos
acotando los sueños que besé en tu espalda,
las palabras que clavaste en este pecho delirante,
matando el deseo acuciante que nunca se dejó rozar.

Vivo con las preguntas prendidas a mi pelo,
las respuestas difuminadas en un aliento débil
que no recuerda,
no recuerda...
cómo era aquello de respirar?

Seguir despiertos
a pesar del frío y del silencio,
enfrentarnos al vacío de lógica y razón
del que siempre alardea el espíritu.

-Fuiste tú? Fui yo?-

Acaso podemos afirmar
que todavía nos queda intacto
un pedazo de corazón?

No lo sé...
deja que se lo pregunte al amor.

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