Hablemos.
De la luz reflejada en la fuente de piedra.
De la hiedra
que cubre las palabras que dejamos
en el banco gris.
Han cerrado la verja del jardín
y ahora sólo lo miramos desde lejos
así como miramos nuestros ojos,
después de cerrarlos.
Hablemos.
De las manos atadas a la espalda.
De la caricia
que quedó suspendida en el aire
al cerrar la carta.
Nunca se mandó el beso final,
y el abrazo se agotó de arrastrarse
hasta la saciedad
sin lograr encontrarte
y sin saber dónde estaba.
Y sin embargo,
callados;
con los labios sellados de un olvido
que nunca tendrá cuerpo;
y aunque escuece el silencio en las llagas
que nos hizo el deseo,
guardamos en el baúl de las penas
la voz;
no tenemos nada que decirnos,
y sin embargo
me arden en la boca miles palabras
heridas de amor.
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