Incrédula matanza


Con cada verbo
agrando la distancia yerma
que separa los sueños del silencio.
Es demasiado frío
el sacrificio de cerrar los ojos.
y ahora el aire me huele a flores raras
que no se atreven a abrirse.
¿Será una falta de tacto
mostrar los pétalos al sol
cuando hace demasiado tiempo que el cielo está nublado?

Qué absurdo creer en los milagros.

Entre los labios se ahoga el ínfimo suspiro,
el más amargo,
el que pone la última firma,
el que afirma
que el tiempo es limitado, también en el amor.

-que la eterna es la herida,
y aún más largo el dolor-

Y el latido se va. Y la vida gana.
Y no hay estupidez más inherente al alma
que respirar sentimiento y amordazar la razón.
Y ahora cierras los ojos?
Ahora tiemblas, corazón?

Incrédula matanza de olvidos amargos,
cerrando los puños, agotando los años.
¡Mira! ¡Mírate bombear silencios doblados!

-me arden escamas doradas en los labios
y no, yo no quiero mirarlo-

Imposible escapar de las garras del recuerdo.
La lucha encarnizada desespera
hasta el último centímetro de piel;
pero vivo todavía con las manos abiertas
en algún lugar de mi cima de hielo
frente a un espejo opaco
gritándome.

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