Tom


Nunca te vi, y sin embargo,
pasé la mayoría de mi vida contigo.
Resonaba tu voz en mis paredes
y sentía mil acordes agrandándome la vida,
aunque quizás era demasiado joven
para estar herida.
Apenas sabía qué escondían las noches en vela,
ni los días demasiado largos,
ni las risas fingidas;
dormía acunada por sueños de ángeles.

Bailé tus frases,
sola, entre cuatro paredes que no te comprendían.
Bailaba sobre una alfombra americana
que había llegado de contrabando 
hasta el suelo de mi cuarto.
Aquí jamás las encontré,
pero no quise rendirme 
y jamás dejé de buscarlas.

Ahora oigo ese Echo
de flores salvajes
y acecha cierta tristeza
-quizás desmesurada-,
pero cuando la vida te arrebata 
aquello que te hacía tan feliz,
qué queda para sobrevivir
en las noches ahora silenciadas?

Hoy llueve en los ojos de Louisiana
y en Baton Rouge hay una humareda extraña
que no acaba de asumir
que siempre llega un día
en que las canciones se apagan.

Y aunque ahora vuelas más alto
de lo que jamás habías llegado a cantar,
mi mundo está teniendo problemas para dejarte marchar.





Comentarios