Romper


Te vi, pero no te vi.
Y dejé de verte. 
Sueños, piedras, besos...
aire.
Aire frío en el rostro
de la esperanza que nunca tuvimos.
Yo te la di,
tú me la diste,
y la perdimos sin tener más fe
que la que nunca había existido.

Noche.
Decían que había estrellas azules.
Nada. Nos ahogaron las mentiras,
y en las nubes
lluvia negra cada día,
niebla en la distancia abrumadora
que castiga al culpable
antes del juicio.
Crimen pasional
sin pasión y con dos muertos.
Grilletes en la boca.
Calla. ¡Calla!
¿Qué sentido tiene
gritar lo que se ha perdido?
Yo callo hacia fuera
y deshago el testimonio.
Y por dentro, algo sin remedio
se queda dormido,
como en un infierno.

Hay mucho espacio entre estas manos
que no agarran nada.
Veo cómo se pierde el Norte.
Que hasta la oscuridad lleva tu nombre!
Y mira que soplé,
soplé para echar los sueños, pero ellos
no se fueron.
Y tú con una voz,
con un golpe miserable a la fuente de mármol
la rompiste en pedazos.
Y ya no mana agua;
no más que cuatro gotas acusadas
de sonreír demasiado.
No mana agua.
Seca. La fuente.
Inexistente. Quebrada.

Elimina la imagen;
si está borrosa ya,
elíminala y la enterraré
a los pies del faro;
donde he sido capaz de encontrarme
aunque llorando en la esquina del tiempo,
 gritando en la soledad sombría
y acariciándole el lomo al silencio
haciéndome eco a mí misma.

Qué histeria extraña
de llantos y risas partidas,
qué magia vespertina
entre el olvido y las grietas
que nos definían.

Fíjate,
tras el cristal,
y esta vez de verdad,
se nos acabó la vida. 

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