Torciendo esquinas


Vivimos en la luz del mar
que me trajiste con las manos cerradas.
-¿somos conscientes
que cada vez que respiramos
el tarro de cristal se resiente?-

Curamos las heridas con saliva
cuando no podemos ver
más ojos abiertos delante de nuestro rostro
que los que nos han hecho perder la visión:
quizás por eso, nos escondemos
tras la máscara polifacética
que dibuja una vida
que desconocemos.

Qué insensatez la melancolía
de un soplo de aire demasiado alejado
de nuestro aliento.

Frente a ese mar,
las olas embriagan el camino de vuelta
con reflejos de colores
-¿suspira todavía la flor amarilla
entre tus dedos?-
y al día siguiente no nos sirven los lamentos;
torcemos las esquinas de este tiempo
y sufrimos el pánico de comprender
que en esos ojos se intuye
todo nuestro cielo.

Un último primer beso
y ya sólo nos quedará perder.

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