Te apoyas en un incendio al lado del mar.
El faro insistente
que jamás enmudece ante ti
sigue gritando tiempo
con esa locura iluminada
en la cima de tu mente;
girando, girando,
dejando de lado tu camino
y andando con los pies del encadenamiento.
sigue gritando tiempo
con esa locura iluminada
en la cima de tu mente;
girando, girando,
dejando de lado tu camino
y andando con los pies del encadenamiento.
Pero nunca aceptaste la piedad.
Siempre las manos frente a los ojos,
y no ver nunca más la realidad.
Ojos de niebla respirando sueños.
Para qué más.
Para qué más.
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