La tristeza poseyó la voz
y todas las flores murieron a un tiempo.
El amor intentó brillar
entre las fauces del recuerdo,
pero fue arrasado
por un enjambre de silencios
en llamas.
El último día pasó
lanzándose a los pies
de una absurda esperanza.
Arranqué tu voz de mis palabras
y como regalo póstumo
a nuestras manos,
el cielo se derrumbó.
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