Tarde


Lo comprendí tarde.
Que el mundo no siempre es mundo
en estas manos,
cuando la arena cae entre los dedos,
como ilusiones,
como ligeros cargamentos
que no aligeran nada.
Cuando las distancias son demasiado grandes
para cubrir los sueños que no tienen forma,
y tengo que dibujarme en las paredes los recuerdos
para evitar que caigan al olvido
o me asedien demasiado.

Lo comprendí tarde,
y por eso jamás pude explicarme
lo que significaban las variantes
en los días pares
-los impares nunca me gustaron
porque sólo les late un corazón 
perdido en alguna parte-.
Los sentimientos no pueden guardarse
en una caja sellada,
no pueden macerarse, no saben madurar.
Ellos son los que son 
independientemente de lo que creas;
son eufóricos dueños de su reino
y de tu espacio vacío,
aunque la vida les dé la espalda,
aunque el llanto les arrugue el alma,
aunque no quieras sentir nada
siempre, siempre acabas sintiendo.

Las horas no pueden recortarse
cuando queremos que el tiempo nos ignore
y sin embargo,
acaba por acusarnos de demasiados errores,
de demasiados miedos,
de cobardías disfrazadas de gritos unánimes
que sólo nos decimos a nosotros.

Lo comprendí tarde.
Quisiera nunca haber comprendido nada. 

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