Mitades


A la mañana siguiente
todo estaba vacío.
Los cajones de mi cuerpo,
los estantes de mi corazón,
la gruta oscura de mi boca.

No estabas, y oía tus pasos todavía
por mi espalda,
dibujando los cimientos para construir
un beso de una sola noche.
Latía el silencio en mis sienes
acomodado en el eco de tu voz
susurrando 'no vamos a querernos'.
Esa promesa sí la cumpliremos,
a riesgo de llagar lo que se espera
y siempre fieles a nuestro amor propio.
Había un destino en el pavimento,
con las huellas de nuestras pisadas.
Qué brote de paz cuando avanzo por la casa
y las paredes me gritan que no estás!
Qué brote de paz más maquiavélico...

Nunca me importó morir en tus abrazos,
ni cuando me arrestaste el corazón
y lo escondiste entre las piernas de la noche.
Y ahí quedó, en su propia celda de promesas
tan deshechas, tan siniestras,
dándole vela para el funeral
en el que íbamos a enterrar
nuestros sentimientos.

Bajo un manto femenino me estremezco
pensando que a deshoras te recuerdo
con un pinchazo en cada mano.
Agarrar la soledad es apacible,
pero en algún lugar de la nostalgia
algo cae, se rompe, se desangra,
dejando media vida entre las sábanas
y la otra media llorándole a tu olvido.

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