Indefensos


Pero es nada.
Reciclar estandartes de poemas
sacándolos al viento
a secar las lágrimas
y vaciar los baldes de problemas.
Pero es nada.

Mirar hacia adelante y no ver nada.
Mirar alrededor cuando la noche acecha,
y nada.
Y en ese abismo que transgrede la vida,
los ojos miran el vacío
y se llenan de nada.
No hay letras.
No hay voces.
Detrás no queda nada.
Y cada nueva raya es un nuevo desafío
que nunca acaba bien.
Cómo seguir si no hay camino,
cómo revivir de unas cenizas
que acabaron empapadas
por la lluvia de silencios
que arremetió
contra este amor de contrabando
tan mal hecho,
que la perfección huyó
cuando intentó reconocerlo.

Y esa nada crece,
y se llena de más nada.
Me arrastra a su terreno y desfigura
cualquier disposición de dibujar
tu rostro con tres puntos
y un solo color.

Me muerdo los labios
en esa desesperación tan incurable
que se retuerce por dentro
sin mirarme a la cara.
Y es que lo que era refugio
ahora es una pausa,
un alto en el camino repetido
hasta la saciedad.

En el fondo de los ojos
se agita en su agonía
la sombra que se va desvaneciendo.
Qué hermosura de boca cerrada,
de alma trasnochada que no siente,
que no tiene, que no abraza
más que una eterna

y magnífica

nada.


(Y a lo lejos, muy dentro de mí,
sigue sonando 'Indefensos'...)





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