Cuerdos de atar


Frente a ti, sin voz,
me visto con tu respirar entrecortado
y en las manos el silencio evaporado
que ha hecho de tu voz un sortilegio.
Yo caeré, 
lo admito sin reservas
pero consciente que tú me haces caer.
Aunque en este mundo no todo es tan sencillo,
y soñar con tu piel
no es requisito suficiente
para que puedas rodearme en el andén
e intentes retenerme.

(A veces, yo misma supliqué retenerte,
pero eso ahora tú no lo puedes saber.)

Y sin querer,
el deseo se sienta en mis ojos
y en los tuyos,
un eco de cerveza se adormece
cansado de una espera adoleciente.
El tiempo ya hizo suficiente
y mientras contamos los sueños que escaparon
por la puerta de atrás,
decidimos cruzar justo esa puerta
sin permiso ni licencia,
llevados por un fuego externo,
y sedientos de intimidad.

A la cortina que da al patio de luces
se le ruboriza el corazón;
dos almas en silencio se desnudan...

Y si ese beso se rinde
y cae en el deseo de abjurar,
antes que te lo tomes como un agravio,
prometo colgarlo de nuevo en nuestros labios
sin dejar que la cordura lo vuelva a atrapar.

Somos hijos de la locura;
vivimos como cuerdos de atar.

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