ya no siento la vibración de la oscuridad en la piel;
el camino árido se eleva
cada noche
más allá de la voz perdida.
Soy pasos que no se dirigen,
un silencio acuoso que ni siquiera sabe
morir de pena.
Y aunque la vida grita,
agazapada a sus pies,
soy sólo una garganta seca.
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