No estoy.
Decidle al aire que no estoy,
que me he abierto la piel y he volado
hacia donde el mar es bravo y la luz calmada.
No estoy.
Decidle al mundo que he cerrado los lbios
y he vendido las palabras, de precio impagable,
por una mísera nostalgia.
No estoy.
Decidle al verso que no estoy.
Que he ardido de madrugada
junto al epitafio de la poesía;
la que entre sueño y sueño fue desvelo,
la que moría.
Y cuando llegue el día y se ilumine la mañana,
seré el verdor de la hiedra llorosa,
fiel infiel,
asida siempre a tu ventana.
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