Déjame sentir el aire frío que agita las hojas;
en este último camino que ando,
el aire no es capaz de agitar los pensamientos
que aquí se recrean tan graves,
tan dolientes.
Nadie conoce ese temblor,
sólo el que tiene una herida salada
destripando lo que queda de alma
en un cuerpo inerte.
Ir porque hay que ir,
andar porque hay que andar,
sin más destino que una misma,
despojada de la sonrisa infantil que quizás,
a pesar de no saberlo,
quizás amaba.
Llevo un puñado de tierra en el bolsillo,
cantos de sirenas en los ojos
y en las manos,
las últimas palabras dibujadas en los labios
que dijeron tanto a pesar de decir nada.
Las reconocí al momento,
y a sabiendas que sólo eran dagas disfrazadas,
supe que nunca se irían de mí misma.
En esta sinrazón austera,
no creo en mi voz,
no creo en mis gestos,
no creo en lo que he llegado a ser,
porque no soy siquiera.
Quizás nunca aprendí a amar la vida,
quizás la que abracé no era la que me tocaba,
pero es la que nació conmigo cuando abrí los ojos.
Y si no encaja, si no está hecha para ser parte
de esta aciaga tierra que puebla tanta gente que creí conocer,
quizás es que la concebí
para vivirla en mi paz
y en otro cielo.
Por eso busco el aire,
por eso lanzo un beso a lo ausente y pido,
con toda la fuerza que aún conservo en la garganta,
que me dejes sentir mi verdad aunque esté devastada,
que dejes que el aire arrastre mi mente
hasta mi propio abismo.
Déjame sentir el aire,
deja que me lleve.
Ese es mi único grito.
Imágenes preciosas las que se reflejan en este poema. Enhorabuena. Un saludo
ResponderEliminarMuchísimas gracias! Por tus lecturas y comentario. Mil gracias. Abrazo!
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