No es dolor,
ni desesperanza.
Ni siquiera un incendio causado
por el desengaño,
no es rabia.
Es más bien
una emoción plana,
un vacío inquieto que me llena los ojos,
que tampoco habla.
Es la sombra sutil de un lamento,
es el principio
del grito final de las palabras.
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