La palabra viva
aposentada en los labios temblorosos,
arrastrada hasta la saciedad
del recuerdo.
En un momento,
el miedo al amor se desvanece
y queda un aire frío,
tácito,
mínimo
que se acumula en el pecho.
Prendido al cuello,
como un recuerdo imborrable,
el pequeño adorno del silencio
de todos estos años;
y a pesar del mar,
del amor las flores,
en su último suspiro,
latiendo en un corazón de pedernal.
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