A hierro muere

 Son ya tantos días ocres,

tan añejos a veces, tan cansados,

envueltos en ese humo denso tan amargo al tacto.


Grita la ausencia en el pecho,

efluye el fonograma por la boca,

último aliento.


Ignoro quién rompió los lazos y dejó las cadenas,

si todo era un silencio amable,

qué recuerdo áspero ahora

duerme taciturno entre las manos.


La grieta se hace ancha,

los pies resbalan al filo del silencio:

en las garras del miedo,

la poesía muda se va resquebrajando...


Aire, aire...

necesito aire para seguir andando;

y esta quietud insana apoderándose

de todos los espacios.


Hambre de caricias, hielo en el destierro,

palabras que se buscan, y ahora,

sólo son escarcha en la mirada,

tanto hielo,

que el frío es el que manda en este cuerpo.


Nada se detiene

a pesar del corazón exhausto;

a hierro mata el verso,

a hierro muere.

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