si no fuera por el viento,
la noche habría sido
un pálido remedio
a la dolencia
pero el puño aprieta,
y la frialdad del recuerdo
se asemeja
al aullido inútil de nuestras gargantas
cercenadas
por la poesía
he ahí
nuestra mísera y única certeza
Gran verdad que nuestras gargantas son cercenadas por la poesía, pues nuestros puños son los que hablan. Cuando en noches de invierno, largas, escriben a la tenue luz mil lamentos diferentes. Sueños vanos e ilusiones truncadas.
ResponderEliminarSomos en fin un manojo de miserables, que encuentran en las palabras el escondido páramo para las penas de nuestras almas.
Una belleza de poema.
Y mi, gracias de nuevo! :)
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