certeza

si no fuera por el viento,
la noche habría sido 
un pálido remedio
a la dolencia

pero el puño aprieta,
y la frialdad del recuerdo
se asemeja
al aullido inútil de nuestras gargantas
cercenadas
por la poesía

he ahí
nuestra mísera y única certeza

Comentarios

  1. Gran verdad que nuestras gargantas son cercenadas por la poesía, pues nuestros puños son los que hablan. Cuando en noches de invierno, largas, escriben a la tenue luz mil lamentos diferentes. Sueños vanos e ilusiones truncadas.

    Somos en fin un manojo de miserables, que encuentran en las palabras el escondido páramo para las penas de nuestras almas.

    Una belleza de poema.

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