Dos versos heridos

No hay serenidad
resuelta a recoger los pedazos de espejo
que he dejado clavados en las huellas.
Destrozar la imagen,
soñar que desaparece,
y esperar,
temblando,
a que la nulidad de los días se compense
con alguna buena noticia
lejos del altar.

Extraña la nostalgia,
el cielo amenaza con nunca jamás
volver a unir dos tormentas:
llueve en el Norte y sin embargo,
llora la vida más al Sur.
Mientras tanto,
las voces topando en dos versos heridos
escritos
en un banco de mármol.

Se han fundido las flores
bajo el peso de la lealtad
¿Qué cuerpo será
el invitado de honor al funeral?

En el fondo hay una hoguera
queriendo ser respuesta,
pero el alma se hace agua de recuerdo
al admitir que amar es la única certeza,
y aunque lo corone el llanto,
acaba ganando el corazón traspuesto.

El silencio es más aterrador que la distancia;
siento dolor en el brazo izquierdo.

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