esperé al anochecer,
y en el cielo de vidrio se reflejó el vacío
beso al aire,
dos puñales infinitos
gritando en las heridas
vestidas
de destino
tan frágiles las manos,
tan míseras las voces tras el llanto...
a corazón abierto,
el cuerpo dolido
fue el último crujido
del silencio
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