restos

Atronadora densidad en el aire,
la tristeza aprendió a volar
cuando los labios se cerraron
para siempre;

todavía se conserva
cierto ardor en los párpados,
una intensa fiebre
y unas sutiles ganas de llorar.

Si abro las manos,
todo es un silencio a punto de empezar. 

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