Amaranto


horas teñidas de amaranto
el estío apoyado en un báculo dorado
pasos tenues

frente al sol, mis límites de acero
esconden un eco imperceptible
de lluvia de Otoño

arrodillada ante el silencio
me brillan los ojos
-ni el recuerdo es eterno-
acaricio el universo con las manos
sin alzarme del suelo

reconozco
en un latido sordo
mi corazón de herrumbre

-qué hermosa música la del derrumbe-

me agarro al retroceso de la palabra
mientras se agita la calidez
en el fondo del mar

lágrimas rojas,
cierta esperanza sonora
y en paz



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