Agujereada


No podía ser de otra manera;
dos palabras breves con sabor a puerta
y de repente,
sólo el eco de mis propios pensamientos,
los sentimientos goteando lentamente,
deshaciéndose detrás de un sobre blanco
que no quiere respuesta.
Arranco el parche que cosí con la casualidad
en mis propias palabras,
y me enderezo, estaca en la espalda,
para tratar de hacer los pasos
siguiendo una línea recta.

He tenido miedo
y aún lo tengo.
No sabré qué hacer con este hielo
que me sobra, que no me hacía falta
pero que has colocado astutamente
encima de mi mesa.

Me siento agujereada.

Nací condeda a no ser,
a no estar,
a no saber lidiar
con un prostíbulo de emociones
que vivían de paralizar la realidad.

Ahora es muerte.
Ahora es ventana cerrada,
grito estridente que se atora en la garganta.
Y sólo quedan lágrimas
que agonizan encerradas
en un instante efímero de paz.

¿Qué hacer para borrar
un pedazo de memoria
que rima solo en el aire?

Esta vez me han cerrado los ojos
con tanta fuerza y tan de golpe,
que ni siquiera se atreven a volver a mirar.

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