Desencajada


Empujé la botella vacía
y cayó rodando hasta hacerse añicos.
Me devoraba una noche

que se retorcía en sí misma.

Y cada vez que intentaba abrir los labios,
caían las palabras ahogadas
que no hallaban salida.
El temblor no era de miedo.
Ni de dolor.
Era temblor de querer sobrevivir a algo
que desconocía;
el querer ir a más velocidad
con un veneno dándome la vida
y desterrando de mi memoria
los puñales de todos los días.

Cuando abrí los ojos,
vi una cara desencajada pegada en el cristal.
Y era mi propio rostro.

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