No hay nada



No
hay
nada.
Salvo un trago amargo
que me llega
de la mano de una nube de lluvia,
y una noche demasiado cerrada.
Y si quiero,
te disfrazo de sombra
y te dejo en un rincón
de mi cuarto,
siempre que estés callado
y la música de tu alma
no suene demasiado alta.
Pero ya lo sabes,
no
hay
nada.
No debemos olvidarlo.
Salvo un poema
que no acaba de salir,
y vaga incompleto
por una vía de tren que no sabe
dónde acabar.
Y no escucho la voz
que viaja por dentro;
me rompe
un equilibrio demasiado frágil
que no tengo derecho a destrozar.
Porque no
hay
nada.
Nada que justifique
la brecha en la frente
del sano juicio.
Pero en un alarde de valentía
incoherente,
de cero censura,
te confieso
que tengo guardadas todavía
dos gárgolas de chocolate
que sobraron.
Por si acaso;
por si algún día...
No se lo digas a nadie.

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