La garganta se ha convertido en un hueco vacío y áspero;
la austeridad de las palabras en tiempos de abstinencia
toma forma de conciencia
del vacío.
Los silbidos han atravesado todas las melodías
que ahora yacen sin sentido;
las manos se han helado,
la boca sigue derrotada en un gesto artificial.
La supervivencia pasa por el derrame emocional
que vibra hacia adentro.
Ahí abrazo el mínimo momento en que me siento viva
y, cuando e alma está más fría,
me revuelco en el fango de las promesas
como quien pretende jugar aún con las mentiras.
Quizás es cierto, que tu voz jamás pronunció ese verbo,
pero siempre creí más en la voz escrita
y la mirada delatada tras el cristal.
Ni siquiera es tristeza;
es una herida abierta que nunca aprenderá a cicatrizar.
Y al final, una es capaz de amar la llaga
para recordar un sueño deliciosamente irreal.
-pero sincero-
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