Éramos cenizas

Roto.
El amanecer al lado del mar
roto.
Como nuestras manos.
No hubo adiós,
sólo un silencio
cubriendo con un velo los recuerdos,
los ojos,
las imágenes dibujadas
a deshora
siempre sin colores,
porque estamos hechos,
los dos,
en blanco y negro.

Y si nos quemamos,
no olvidemos nunca
que ya éramos cenizas
y nacimos condenados
con un pedazo de alma
hundida en cualquier cementerio.

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