A manos llenas


Te traigo la dulzura a manos llenas
para que tu boca descanse
y tus manos suavicen las caricias.
Sabes que no soy pródiga en dádivas dulces,
que me cuesta alegrar la sonrisa
y secar el dolor que me carcome
cuando los vientos acechan
(y más si vienen del Norte).

Pero ahí estás tú,
como nube de niebla serena,
como voz que arrulla esta pena
de no saberte bien;
y me acomodas las almohadas
para que el alma repose
siempre en tu dolorosa paz
y a pesar de mis tristes ilusiones.

Vierto tus letras por todas mis paredes
y quiero amarte sin reproches ni miedos,
lejos de cuerpos sudorosos 
-sólo voz y palabra-,
para hacer un poco mío lo que llevas dentro
e imaginar que alguna vez acierto
al mirar los ojos en los que reflejarme.

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