No pienso nada.
Atento contra una bondad innata
si pienso en odio
si pienso en banderas
o en colores
o en razas.
No pienso nada.
Escondo tras los labios
las palabras
y siento
un olor acre
que viene de demasiadas calles
de demasiadas vidas
derramadas.
No pienso nada
porque pensar a veces envenena
porque es fácil
perder la realidad en pos de nada
porque el dolor
no está hecho para pensarse.
Pero todavía siento.
Y cierro los párpados,
y me quito el cristal de la mirada,
porque sólo hay unos ojos
y una sola manera de mirar
el rostro de la muerte.
Y yo no quiero verla.
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