Confesa


No quise abrir los ojos nunca más.
La luna se alistó a la venganza
que la oscuridad planeaba en mis cajones,
en mis papeles,
y del temblor de mis manos
salió una noche eterna
que deformaba los días a su total malevolencia.

-qué poca resistencia mi alma obtusa
que insistió en vivir su propia realidad-

Partía de mi boca el reproche principal,
pero no sabía cómo llegar
a la cima de las buenas intenciones.
Salté las barreras
y corrí tanto como mi aliento me permitió,
pero aun así,
seguí sin moverme del sitio.
Esa condena atada a los tobillos
nunca quiso abandonarme,
y yo la alimentaba con cada sueño mal escrito
en las paredes de tu dignidad.

Jamás he sabido disculpar los sentimientos;
suelen ir más rápido que mi voluntad.

Comentarios